Imaginemos la escena: un colaborador, visiblemente alterado, golpea su laptop y se levanta violentamente de su silla tras un desacuerdo con su jefe. En lugar de un silencio respetuoso o un intento de mediar por cualquiera de los que estaban presentes, ocurre que alguien, que representaba a “la Ética”, simplemente se burla. Y entonces surge la pregunta inevitable: ¿Dónde quedaba la moral?
Esta imagen, más allá de lo anecdótico, refleja una realidad común en los entornos laborales: cuando la tensión sube, la ética profesional y la moral personal pueden quedarse al margen, dejando paso a reacciones impulsivas o comportamientos poco constructivos.
La Ética que se olvida de ser ética
En el mundo corporativo, la ética profesional debería orientar nuestras acciones hacia el respeto y la resolución de problemas. Pero cuando “la ética se burla”, está traicionando su propio propósito: en lugar de buscar la comprensión y el diálogo, fomenta el juicio superficial y la humillación. Esto no solo daña la confianza en el equipo, sino que debilita la cultura organizacional. Como dice un principio básico del coaching ejecutivo: “Lo que toleras, entrenas”, es decir, lo que permites o no corriges en tu entorno se repite, se fortalece e inconscientemente se está enseñando que eso es aceptable. Si el equipo tolera burlas y desprecio, normaliza ese tipo de interacciones.
La moral que guarda silencio
La moral individual, que está formada por los valores y creencias que hemos interiorizado, debería servir como freno interno ante la injusticia o la burla. Sin embargo, en contextos de presión o emociones fuertes, esta moral puede quedarse en segundo plano. Un profesional que, en frío, defiende el respeto y la solidaridad, puede verse arrastrado por la corriente del ambiente laboral y actuar en contra de sus propios principios.
El papel del coaching ejecutivo en estos casos
El coaching ejecutivo ofrece herramientas para que líderes y colaboradores reconozcan y gestionen estos momentos críticos, no es solamente hacer preguntas vanas al aire.
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Conciencia emocional: reconocer la emoción que estoy sintiendo (ira, frustración, miedo) antes de actuar.
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Intervención constructiva: en lugar de sumarse a la burla, practicar la escucha activa y el apoyo para que la persona en crisis recupere la calma.
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Modelar el respeto: el líder debe ser el primer ejemplo en cómo manejar desacuerdos con firmeza, pero sin perder la dignidad de nadie.
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Feedback oportuno: después del evento, conversar en privado con quienes participaron para alinear conductas con los valores de la organización.
Preguntas claves:
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¿Estoy modelando el comportamiento que quiero ver en mi equipo?
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¿Estoy dispuesto a frenar conductas irrespetuosas, incluso si vienen de alguien “influyente” en la organización?
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¿Mis decisiones y comentarios refuerzan la cultura de respeto o la debilitan?
Cuando la ética se burla y la moral calla, el verdadero liderazgo está en quienes deciden no dejarse arrastrar por el momento y optan por actuar con integridad. En última instancia, el coaching ejecutivo nos recuerda que el éxito profesional no se mide solo en resultados, sino en cómo tratamos a las personas en el camino.